Edward Bach fue un médico inglés que en los años treinta se dio cuenta de que la medicina estaba tomando un camino que no llevaba a la completa observación del paciente y, por tanto, se distanciaba de la comprensión de porqué estaba transitando la enfermedad o el mal que le aquejaba. Con el objetivo de obtener del paciente una mirada comprensiva holística, Bach se dedicó años al estudio de la quemicina, el hermetismo, la alquimia y la astrología. Se convierte en masón, y escribe varios libros en los que nos explica que «la enfermedad es el último estadio que hay en el camino en el que la personalidad o el ego, o el personaje se ha distanciado del designio que el alma tenía planeado para su evolución» .
Para que volvamos al camino de nuestra alma, Edward Bach ideó y creó una brillante herramienta: las llamadas «Flores de Bach», que según nos indica, pueden ser administradas por cualquier persona que haya recorrido un camino de consciencia.
Administrar «Flores de Bach» cuando aparece un síntoma, o sin un acompañamiento terapéutico, convierte a esta herramienta en un medicamento alopático más, que nos puede ayudar a aliviar síntomas, pero que no podrá ser suficiente para sostener un camino al cambio.
Es a Luis Jiménez y a su grupo de investigación, a quienes le debemos la fabulosa interpretación del verdadero y profundo trabajo de Edward Bach.